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La deuda desde una perspectiva Keynesiana

Armando Alonso Aguilar Arévalo

Foto: 
veja.abril.com.br

La crisis sanitaria por COVID-19 ha traído consigo millones de lamentables pérdidas humanas y millonarios costos económicos. Para salvaguardar vidas y permitir que los sistemas de salud hagan frente a esta situación ha sido necesario recurrir a decisiones extraordinarias: aislamientos, cierres generalizados y contratación de deuda con el fin de contener el virus y tener una pronta recuperación económica.

Analistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) prevén –como resultado de la pandemia— que la economía mundial sufra una brusca contracción del 3% en 2020, incluso peor que la registrada durante la recesión de 2008. En el caso mexicano, analistas consultados por el Banco de México estiman que la economía de nuestro país se contraerá aproximadamente 7.27% en 2020, además de la pérdida de alrededor de 693,000 empleos.

En Jalisco, el pasado 22 de mayo el Congreso de Jalisco aprobó la contratación de un crédito a 20 años por 6200 millones de pesos por iniciativa del ejecutivo para la reactivación económica del estado. Ante esta situación, la opinión y el debate no se hizo esperar. Voces a favor y en contra de esta decisión, polémica acerca de si generará más crisis o nos ayudará a salir de esta situación. Ante esto se me viene a la mente una frase atribuida a Napoleón Bonaparte la cual dice “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Se preguntarán ¿Qué tiene que ver esta frase con lo anterior?

Resulta que en 1929 la economía se veía afectada de manera considerable por la crisis financiera, lo cual trajo consigo la llamada “Gran depresión” originada en Estados Unidos y propagada por todo el mundo. En este contexto, el economista John Maynard Keynes publicó en 1936 la “Teoría General del empleo, el interés y el dinero”.

A grandes rasgos, esta teoría se centra en cómo estimular la demanda en los tres sectores que la integran (gobierno, empresas y familias) mediante el gasto público, de tal manera que el nivel de empleo e ingresos se mantenga en equilibrio. En su obra Keynes propone la intervención del gobierno en compensación a la caída de la demanda, creando que la inversión pública compense la privada, de tal manera que se genere un efecto multiplicador.

Por su parte el banco central hace uso de la tasa de interés como instrumento de política monetaria reduciendo el valor del dinero, lo cual permite que la gente pida préstamos y en cierta medida los inversionistas retiren sus activos financieros por la poca rentabilidad que generarían, y de esta manera poner en circulación el dinero (cabe señalar que el abuso de estas medidas provocarían devaluación).

Dicho lo anterior, echar mano de un crédito cuya finalidad es propiciar la inversión del sector privado, así como incrementar el gasto público para proveer apoyos que atiendan los estragos de la pandemia no se escucha tan descabellado. Siempre y cuando –si y solo si— esta inversión se traduzca en respuestas gubernamentales bien pensadas, con objetivos claros, en donde no haya fugas de dinero, bajo principios de transparencia y de manera eficiente y eficaz.

El dinero debe llegar al sector público asegurando la salud, educación y seguridad como lo mínimo indispensable, incentivando al personal sanitario, reconociendo a docentes por la labor que hacen enseñando a distancia y premiando a investigadores y profesionistas que ponen al servicio del estado su conocimiento para tomar mejores decisiones y en el mismo sentido al cuerpo de seguridad que se la está rifando en las calles cuando muchos de nosotros estamos en casa.

La deuda debe servir para propiciar la inversión del sector empresarial y asegurar el empleo de sus trabajadores, no es casualidad las campañas invitando a la sociedad a consumir (en el caso de quien tenga las condiciones), esto va en el mismo sentido de asegurar el empleo y que no quiebren las PyME’s. Que los apoyos lleguen a las familias que en ciertos casos su sustento proviene de la informalidad, a estas familias se les debe asegurar el ingreso vital.

Deuda no es sinónimo de mal augurio, la deuda en ciertos casos es buena, reitero solo si se traducen en políticas públicas bien pensadas y con objetivos claros, lo malo es que no se use de la manera correcta. A lo largo de la historia la sociedad ha pasado por situaciones difíciles, es importante conocer nuestra historia para saber reaccionar ante nuevos retos, la unidad y resiliencia son bálsamo para llevar a buen puerto esta situación, no hagamos prejuicios prematuros, esto tiene fecha de caducidad.

Twitter: @Alonso_AguilarA


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